“-Omar, ¿no le dan ganas de volarse?
-¿Pero para dónde?”
Omar Bautista ha sido muchos personajes en su vida: actor de teatro, traficante de esmeraldas en Tokio, curador de arte, travesti endemoniado, fiscal corrupto, y, su papel más largo, convicto. Fue condenado a veinte años de prisión por homicidio. Sin embargo, en Colombia, las personas privadas de la libertad pueden recibir un singular beneficio, conocido como ‘el permiso de las 72 horas’, y obtener un descuento importante en su tiempo de condena.
Según la Ley 65 de 1993 del Código Penitenciario y Carcelario, cuando los reclusos cumplen una serie de requisitos —como haber mostrado buena conducta, estar en la fase de mediana seguridad y haber descontado una tercera parte de la pena impuesta— se les permite salir de la cárcel durante 72 horas, sin vigilancia, una vez cada mes. De acuerdo con el comportamiento de los convictos en estos permisos —que buscan su “resocialización”— el tiempo de condena puede reducirse a la mitad.
Este es el punto de partida de Minotauro, producida por Amaranta Fiquitiva Contreras y ópera prima de Joaquín Uribe, quien sigue de cerca las periódicas salidas de la cárcel Modelo de Omar Bautista, en su búsqueda, bastante particular, de volver a “ser parte de la sociedad”.
El objetivo del largometraje no es investigar los antecedentes de Omar. “Eso le corresponde a los jueces”, aclara Joaquín; “mi interés era seguir de cerca esa experiencia de un preso que vuelve a encontrarse con un mundo que ha dejado de ver hace mucho tiempo”. Minotauro, a través de un particular sentido del humor que surge de la necesidad de reconstruir sobre constantes obstáculos creados por las circunstancias adversas y por el propio Omar, explora abiertamente el concepto del quehacer cinematográfico.
“Cuando entré al proyecto comenzó la pandemia, lo que interrumpió por completo los planes de hacer una película sobre un preso que podía salir de la cárcel cada mes”, confiesa Amaranta, explicando que el confinamiento de Omar y la restricción de sus salidas no solamente trastocaron los planes de producción (en términos de logística), sino que también obligaron al equipo a abrirse a acontecimientos que no se esperaban. “Es muy importante hacer una planeación, pero lo más crucial es la flexibilidad para adaptarse a las circunstancias y saber aprovecharlas”, agrega la productora.
Así mismo, la problemática relación que se establece entre el director y el camaleónico protagonista convierten a la película en una conversación acerca del concepto de la libertad.
“En el inicio del proyecto asumí que Omar, que estaba privado de la libertad, deseaba el mundo que yo tenía. Es decir, que yo era dueño del objeto que él deseaba: la libertad tal y como nos la imaginamos convencionalmente. En un principio empecé a exigirle a Omar que cumpliera un programa preestablecido, que fuera libre como el rebaño quiere que lo seamos, que fuera y pidiera perdón, que asumiera sus responsabilidades cívicas, etc. Pero a Omar todo eso le tenía sin cuidado, porque para él la libertad era otra cosa”, recuerda Joaquín.
Minotauro, protagonizada tanto por Omar como por el mismo director, presenta un antagonismo clásico:
Un director que quiere domesticar la realidad en pro de su película, y un personaje que se rehúsa, con irreverencia audaz, a hacer con su libertad lo que el rebaño pretende. “A través del ejercicio de hacer la película reafirmé que la libertad como concepto es una ilusión, una especie de pacto de ficción. La definición que tenían Joaquín y Omar era muy distinta, y creo que por eso estaban constantemente en pugna”, comenta Amaranta.
“Hay una convención cultural que dicta que la gente que está en las cárceles está privada de una libertad de la cual nosotros, los que no estamos en las cárceles, gozamos. Esa libertad en la que podemos tener deudas, estar amenazados, tener un trabajo de m*****, morir de hambre, pero asumiendo que podemos hacer lo que queremos”, agrega Joaquín, con el mismo tono irónico que emplea su película.
“Se obligará al hombre a ser libre”, se lee en uno de los intertítulos de la película, citando a Jean-Jacques Rousseau y encapsulando en una frase la errática búsqueda de Joaquín en el largometraje. El director —y, por ende, la película— se extravía continuamente en su camino, y esto lleva, a fin de cuentas, al resultado final. Los inesperados cambios de dirección dan pie a una conversación mucho más humana sobre el concepto de libertad, que ha sido tan ‘romantizado’ por la sociedad en nuestros tiempos, a veces reduciéndolo al mero capricho individual de hacer “lo que me da la gana”.
Omar Bautista (el protagonista) - Joaquín Uribe (el director). |
“Para Omar la libertad es estar en el centro de la escena, ser observado y admirado. Él es, ante todo, un gran actor, y quiere figurar a toda costa. Quiere tramar, enredar a la gente, por el simple deseo de protagonismo, que es un deseo profundamente humano. Existir a través de la mirada y la admiración de los otros”, concluye Joaquín, mientras reconoce que para Omar, a lo mejor, salir de prisión y ser libre no necesariamente son parte del mismo negocio.
Minotauro se presenta como un documental autocrítico y excepcionalmente dotado de humor. Cuestiona el oficio del documentalista, quien tiene que negociar todo el tiempo con el caos y la indecisión en medio de una realidad que lo desborda. Minotauro se aleja de la denuncia social tradicional y, por el contrario, busca poner en tela de juicio la percepción del cine documental y la posición moral de un público que, seguramente, se enfrentará a la experiencia en una posición similar a la del director al principio de la película: asumiendo que lo tendrá todo bajo control.
Minotauro tendrá su estreno nacional el 30 de mayo en la Cinemateca de Bogotá, en donde estará presente el equipo realizador para conversar alrededor de la película. El documental estará disponible en salas de Bogotá, Medellín y Cali a lo largo del mes de junio.
Mira ahora un clip exclusivo de MINOTAURO:
¡Gracias por leernos!
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