"Atrás queda la tierra", un retrato sobre el exilio en la voz de Arianna de Sousa-García - Revista Travesia Pop

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lunes, 21 de octubre de 2024

"Atrás queda la tierra", un retrato sobre el exilio en la voz de Arianna de Sousa-García

Saludos aventureros, hoy queremos hablarles de una novedad literaria de Editorial Planeta, una conmovedora novela sobre el dolor que provocan el despojo y la violencia. Un testimonio de quienes han sufrido el exilio. Les hablamos de "Atrás queda la tierra", de la autora venezolana Arianna de Sousa-García.

La escritora por medio de su nueva novela recuerda a todos los que se quedaron atrás, en un intento por dejar una constancia de su vida, aunque nadie más que ella pueda recordarlos. A su vez, desea que este libro sea un diario, con el cual su hijo pueda saber lo que significó la partida y el por qué no pueden regresar.

Sinopsis:
Mientras su mundo se cae a pedazos, la narradora de Atrás queda la tierra conecta una serie de memorias, palabras e imágenes, para escribir una conmovedora novela de no ficción sobre el dolor que provocan el despojo y la violencia.

Esta es la historia de millones de venezolanos, pero también de todo quien haya tenido que sufrir el exilio. Atrás queda la tierra es el testimonio de la catástrofe de una nación que una madre le intenta contar a su hijo, un pequeño niño que no se siente parte de ningún país, sino de todos al mismo tiempo.

Arianna de Sousa-García, premiada periodista de medios venezolana, nos entrega una primera obra deslumbrante sobre la búsqueda de la belleza hasta en los mundos posibles más hostiles.

Fragmentos exclusivos:

“Los que quedan no recuerdan la voz de sus familiares, les resuenan números telefónicos que no saben a quién pertenecen. Se alimentan con carnes podridas recocidas y frutos oxidados, la mayoría no tiene a nadie que le evite hurgar en los cestos de basura de restaurantes que frecuentan quienes nos desfalcaron el futuro.

Otros, como los morochos García, murieron de tristeza. Vieron a sus nietos irse, vieron apagarse los ojos de sus perros, vieron morir a sus amigos. Alimentar una boca más en cualquier hogar se volvió impagable y cada uno, por primera vez en toda su vida, debió ir por su lado. Murieron no sin antes padecer el hambre y contar los granos de trigo en cada bolsa vacía. No sin antes sucumbir a la locura, a los murmullos, a los gritos, a los rezos, a las heces.”

Página 23

“Cuando se dice “mi vida estuvo en peligro”, el otro espera pistolas en la cabeza, torturas, persecuciones que acaban en accidentes mortales. Pero algunas personas saben que la muerte se sabe posar de múltiples formas milenarias: el desnutrido siente sobre sí un aliento, una sombra que espera con paciencia y apetito, así también el vigilado vive y duerme a sabiendas de que dentro de ese carro de vidrios negros que permanece día y noche fuera de su casa o su trabajo hay ojos que miran atentos, parpadeantes, imagina ansiedades, salivaciones, gestos, dientes que suenan, expectaciones. Sabe que con solo un mensaje la tensión puede cortarse. Sabe que ese mensaje puede contener una palabra, o dos o más y que puede llevar su nombre, o peor aún, el de sus hijos.

Yo lo sabía.

Yo lo sabía y necesitaba ofrecerte otra vida, una de frutas posibles, una en la que mantenerte respirando no dependiera de la caridad, una en que los militares no nos esperaran a la salida del diario ni vigilaran día y noche la casa en la que intentabas crecer.”

Página 39

“Quienes nos fuimos aprendimos a adoptar otros acentos, cambiamos algunas palabras, caminamos con un hueco en el pecho que a veces olvidamos pero que siempre nos hace llorar.

Sobre todo en los días fríos, el quinto día de cada mes, cuando ya no tenemos ni un peso, cuando vamos al médico y nos palpan las carnes con asco disimulado, mientras en la sala de espera los oriundos nos miran como si les estuviéramos quitando algo que no tienen, cuando la burocracia nos arrebata oportunidades, cuando pasamos más de un año sin un carnet vigente con nuestro nombre estampado al lado de un número que nos hace personas y que en ocasiones confundimos con todos nuestros números anteriores: 19009439, 2630428, 2630357, trabajamos con ganas, durante más horas de las legales, deseando sentirnos seguros de noche cuando las pesadillas nos toman presos.”

Página 97

Más sobre la autora
Ariana de Sousa-García (Puerto La Cruz, Venezuela, 1988) es periodista y magíster en Escritura Narrativa. En 2016 ganó el Premio Jesús Márquez del diario El Tiempo, por su trabajo de investigación relacionado a la cadena de control alimentario en Venezuela. Está exiliada en Chile desde 2016 y trabaja como librera. Es cofundadora de Casajena editoras y forma parte del colectivo de escritores Traza.

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