El Claustro de San Agustín UNAL reabre sus puertas con dos nuevas exposiciones que conmemoran los parajes del campo: LA MONTAÑA CUENTA UNA HISTORIA con dibujos del artista Luis Hernando Giraldo y CANCIÓN DE CUNA instalación de la artista Juliana Góngora, ambas con la Curaduría de María Belén Sáez de Ibarra. Conozcan más detalles de este plan artístico a continuación.
LA MONTAÑA CUENTA UNA HISTORIA
“Luis Hernando Giraldo de talante muy reservado, ha trabajado recogido en una voz interior que resuena en los confines del tiempo; la imagen de su obra en la ultima década es silencio absoluto, prescinde de todo, se ha despojado de todo, para ser solo intensidades puras, indecibles, como el despertar del “iluminado” a la vida como un sueño.
En sus palabras ‘la pintura es como una memoria perdida, viene desde muy lejos, desde una memoria de mineral y musgo, casi’; presentamos con mucho orgullo su primera gran muestra antológica después de más cincuenta años de dedicación”.
Texto curatorial de María Belén Sáez de Ibarra
En ‘La montaña cuenta una historia’ la protagonista es la montaña de San Antonio, en Pácora, Caldas, ubicada frente a la casa donde nació el maestro Luis Hernando Giraldo. Allí vivían sus abuelos y allí pasó él las vacaciones en distintos periodos de su vida. A esa montaña que vio desde recién nacido, la dibuja en toda su obra y le suma recuerdos, inquietudes y acontecimientos que no necesariamente sucedieron allí. “Es como una imagen o un leitmotiv que me permite tener un lugar donde poner las historias que pertenecen a mi vida, a la vida de la comarca o a la nacional. La montaña es el telón que está recibiendo las historias para contarlas”, explica Giraldo
Su obra es un recorrido por su memoria y esta vez lo empieza desde su más temprana edad, pintando su primer encuentro con la naturaleza, cuando descubrió a la montaña y sus alrededores, desde el momento mismo de su nacimiento. Y desde la memoria remota, con trazos casi rupestres como de la Cueva de Lascaux, el artista introduce las ‘aguidillas’, las vacas, los caballos, las bandadas de pájaros, el arcoiris, la vida rural que luego también incluye el recuerdo cuando vio cómo unos hombres golpeban a su padre, el cielo que sangra y el cordero, los gallinazos y las cruces, que se repiten constantemente, porque así están sembrados los paisajes de nuestro país.
En esta nueva obra, Giraldo empieza con carboncillo, pasa a la sangre de cordero, luego al pastel y finaliza en óleos. La montaña se repite perfilada en sus horizontes, a veces dos veces, a veces muchas más. Un acto de repetición que también marca el tiempo: de la mañana a la noche, de la noche a la mañana. “Lo hago como si fuera un poema, con la repetición de una frase... Aquí se está diciendo, pero en lenguaje plástico, lo que la poesía dice con palabras. Si el artista no entiende lo que hace como poesía es como si no estuviera haciendo arte”, subraya Luis Hernando.
Son 56 dibujos que por primera vez aborda en pequeño formato. A éste llegó después de ver unas obras en pastel de Odilon Redon, en el Museo de los Surrealistas en Paris, en 2013. Entonces decidió experimentar por primera vez con lápices de pastel. Y esta técnica se convirtió de pronto en su favorita por su fácil portabilidad, por los tonos olivas, rojos, ocres y por los ensayos de color que por lo general terminan haciendo parte de la creación final. “La montaña cuenta una historia” nos sorprende entonces con nuevas búsquedas de un autor que no deja de pintar ningún día y que trata siempre de darle a su obra un sentido universal con enganches a ciertos referentes como Giorgioni, Piero della Francesca o Paolo Uccello, entre otros.
Esta exposición estará exhibida en la Sala 3 del Claustro de San Agustín.
Luis Hernando Giraldo (Pácora, Caldas, 1946)
“Para mí la pintura es como la escritura, tiene una pulsión de la que parte todo (…) Los artistas hemos olvidado que tenemos que sensibilizar a la gente. Si hay algo que les causa una emoción, algo profundo, eso se queda. Es como una contribución para que la gente se emocione con las cosas más sencillas. Sí, es sutil, pero que haya una emoción y esté presente la belleza. No creo que como artista uno pueda desligarse de eso”. Luis Hernando Giraldo, artista
Luis Hernando Giraldo trabaja atendiendo a su voz interior. La moda o los cristales provisionales para mirar el mundo no encuentran lugar en su mundo creativo, no obstante su pensamiento corresponde al pulso de su época; así consigue despojar su sensibilidad de cualquier cercanía con el lugar común, en una actitud que no solo recrea un universo personal, sino que busca un encuentro entre la obra y su tiempo. Giraldo revive la vivencia de una historia despojada de anécdotas, donde integra su experiencia con diversos planteamientos del arte a través del tiempo. Su obra hace parte de las colecciones del Banco de la República, Biblioteca Luis Ángel Arango, de Bogotá; el Museo de Bellas Artes, de Caracas; el Museo Nacional de Colombia; el Museo de Arte Moderno –MAMBo, y colecciones privadas. Es docente de la Escuela de Artes Plásticas de la UNAL, Bogotá
CANCIÓN DE CUNA
“En Canción de cuna, Juliana Góngora nos presenta una metáfora del cultivo como hogar-leche para el cuidado y alimento de plantas, animales y bebés humanos por milenios: un conjunto de ameros de maíz enraizados entre nidos aéreos de oropéndolas tejidos en fibras de Cumare, realizados en colaboración con las abuelas Ko ́revaju; una siembra en tierra hilada con fique y cáñamo, esculpida con arcilla, nutrida con hummus, almidón de yuca y melaza, labrada con arena y pintada con cal y pigmentos: se escuchan los cantos de las campesinas tejedoras que arrullan la vida con palabras dulces hechas hilos colgantes de la palma de Cumare.
Canción de cuna es una siembra artesanal, de proceder antiguo, como los parajes campesinos donde yacen el corazón y el espíritu de esta imagen, con sus pinturas rupestres de madres y abuelas entre los ameros que nos recuerdan que el maíz es la planta-madre que ha estado en el territorio desde hace 10 mil años. Y es que el maíz es un ícono de la descolonización y la resistencia del Sur global. Basta recordar a Antonio Caro con sus gráficas/marca de la mata de maíz, y a Marta Menujín, en 1985, con su entrega de mazorcas a Andy Warhol, como pago simbólico de la deuda externa de Argentina.
En estos tiempos de crisis climática, la urgencia de la sostenibilidad de la seguridad alimentaria global, está en el tope de la agenda mundial. La fuerza poética y política del maíz permanece en las costumbres y usos de los campesinos e indígenas que custodian la diversidad agrícola de origen de los cultivos artesanales en América Latina y el Caribe y, en oposición al control corporativo de las semillas y los transgénicos, nos recuerdan que el patrimonio cultural de los pueblos es cuna y nido de la vida en el planeta”
Texto curatorial de María Belén Sáez de Ibarra
Interesada en el intercambio de conocimiento entre artesanos y comunidades indígenas de las Américas, además de los procesos y transformaciones de los elementos naturales, Juliana Góngora presenta en ‘Canción de cuna’ una instalación escultórica y sonora realizada a partir de su trabajo colaborativo con la comunidad indígena Ko ́revaju, de Florencia, Caquetá. En ella, columnas de ameros penden del techo, y en detalle, se encuentran pinturas casi rupestres realizadas con pigmento vegetal. ‘Nidos de pájaro mochilero’ penden del techo. Estos son realizados de tejido de la palma de cumare y mazorca miniatura llamada millo. Con estos elementos simples y cotidianos -la mazorca, la leche, cal, sal, etc.- se alude al tiempo de la tierra, que es el tiempo de la agricultura, que es el alimento y también cuidado. Y así llegamos a los cantos de abuelas cuidadoras, al tejido familiar, a la dulzura y sus voces se repiten en el aire.
Esta exposición estará exhibida en la Sala 4 del Claustro de San Agustín.
Juliana Góngora (Bogotá, 1988)
“Me gusta estar atenta a los procesos de transformación de la materia. Creo que la escultura reside en la tensión que surge cuando dos materiales se encuentran y crean lo opuesto, permitiendo lo imposible, lo insospechado (…) Considero la escultura como un lenguaje transversal. El lente con el que puedo ver el mundo, mi forma de relacionarme y mi forma de ser”. Juliana Góngora, artista (Extracto de presentación de ‘Arrullos’)
Artista plástica y escultora. Estudió el pregrado y la maestría de artes plásticas en la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá. En Colombia ha expuesto ‘Cuerpos en tierra’, en la Cámara de Comercio de Bogotá; ‘Arrullos’, en Galería Espacio Continuo, de ARTBO; ‘Cuerpo de leche’, en la Galería Nueveochenta; ‘Pasado, tiempo, futuro. Arte en Colombia en el siglo XXI’, presentada en el MAMM, en el 45 Salón Nacional de Artistas, en la curaduría ‘La fábula de Aracne’, y en ARTBO.
Ha sido invitada a la 13° Bienal do Mercosur Trauma; ‘Rivus’ la 23 Biennale de Sydney y Zona Maco en CDMX; la muestra ‘La courte échelle’ en Goodman Gallery, de Suráfrica, y la Bienal 12 Porto Alegre Femenino(s). Visualidades, Acciones y Afectos. Participó en la residencia del MacVal Musèe d’art contemporain du Val-de-Marne como artista invitada. Obtuvo la Beca de Creación para artistas emergentes (2015); la beca FLORA ars+natura a Artista en Residencia; fue ganadora de la residencia en el programa de verano ‘The year of the internectaries’ en New York, 2016, y ganó el premio de Arte Joven, en el 2016. Actualmente es docente de cátedra en el área de escultura de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, y en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá.
¡Gracias por leernos!
No hay comentarios:
Publicar un comentario